martes, septiembre 27, 2005

El Padre Cocco, un personaje inolvidable

Al volver la paz en 1945, algunos exaltados de la resistencia, embadurnaron las paredes de Turín con consignas como ésta: "Viva el Padre Cocco.!". Así se le agradecían al sacerdote las múltiples ayudas que les diera en la clandestinidad de sus luchas contra los invasores nazis. En 1960, llegaba al Alto Orinoco un hombre blanco, robusto, con la tez soleada, las manos callosas, y los alivios ligeros.
Pronto se hizo amigo de los Yanomami, porque a la indulgencia de su rostro se unía el respeto con que los ayudaba y con el que aceptaba sus cultos y sus costumbres. Durante veinte años les enseñó a seleccionar las semillas de las plantas más productivas, a afinar la destreza del arco para la caza lícita y a reafirmar sus tradiciones, sus hábitos y sus devociones.

Durante muchas noches, de frente a la tempestad, ascendía solitario en su bote por el río. Cuando los remos se negaban, redoblaba el esfuerzo hasta vencer la rebeldía del agua descendiente, porque las medicinas, las provisiones y el resto de la pesada carga tenían que amanecer en su destino. El misionero patriota de Turín y el desvelado combatiente por el amor al prójimo de Boca de Ocamo, eran el mismo personaje. En cuatro lustros, cuatro bautizos de quienes espontáneamente los pidieran. Así era ese ser sin émulos que honró tanto a su hombría como a su credo. Murió un día como hoy, 11 de Febrero. Mañana el padre Cocco habría celebrado sus 70 años, de no haber sido por el paludismo, precio que debió pagar por su obra de alta humanidad.

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