viernes, abril 27, 2007

Una educación contra la muerte.


La indiferencia con que son acogidas las campañas sobre educación vial, prueban que éstas no hacen el menor efecto ni en los jóvenes ni en los adultos. Los consejos innúmeros y los llamados a la prudencia por la prensa, radio y TV resultan un esfuerzo baldío contra gentes, que detrás de un volante, se comportan como si un premio único del ruinoso juego del 5 y 6 los estuviera esperando, en una encrucijada con el otro mundo.



La escritora francesa Francoise Sagan presenta en su libro Bonjour Tristesse, un personaje neurótico y lleno de remordimiento que inconscientemente usa su vehículo para suicidarse. Este pudiera ser el caso de muchos conductores en épocas de vacaciones. Lo que uno no cree es que los que se matan en compañía de sus seres queridos, tuvieran esa intención cuando pisaron a fondo el acelerador o cuando se echaron unos tragos antes de empreder el viaje.


Tenemos que concluir en que estas personas son impermeables a cualquier mensaje pedagógicos, porque ya están programadas de un modo irreversible para su autodestrucción. Por tanto los millones gastados en las cruzadas preventivas de Carnaval, Semana Santa, Navidad y Año Nuevo serían realmente inútiles, si se inviertieran en una educación vial, que empezara en el banquillo del kindergarten y concluyera en las aulas universitarias, pasando por los institutos de Educación Media.

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